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Bebidas energéticas: ¿qué sabemos sobre ellas?

Todos hemos caído en la tentación o, al menos, considerado el consumo de una bebida energética en un día pesado, sobre todo si apenas íbamos a la mitad del día… pero ¿qué pasa con las bebidas energéticas? ¿son tan malas como dicen? ¿proporcionan algún beneficio? Veamos qué dice la ciencia. 

Empecemos estableciendo qué es una bebida energética: según la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) una bebida energética es: “una clase de productos en forma líquida que típicamente contienen cafeína, con o sin otros ingredientes añadidos”. Estas bebidas pueden contener, asimismo, azúcar y/o edulcorantes artificiales, guaraná, ginseng, yerba mate, taurina, L-Carnitina, inositol y más.

Pasemos primero a los beneficios de las bebidas energéticas. Claramente nos quita el sueño, nos permite “funcionar” por un poco más de tiempo, nos hace más alertas, pero además, se ha observado que el consumo de estas bebidas podría mejorar el rendimiento deportivo, pues en una revisión de ocho estudios se encontró que parece aumentar la fuerza tanto del tren superior como inferior y la resistencia. Sin embargo, otros tres estudios no encontraron diferencias al examinar sus efectos mientras se corría o se hacían sprints. O sea, que si ayuda o no, no lo sabemos con seguridad. 

Lo que escuchamos con más regularidad es que tienen efectos adversos para nuestra salud, pero ¿qué tan cierto es?

Algunos consumidores reportan temblores, dolores de cabeza, palpitaciones, dificultad para dormir, deshidratación, etc. y los estudios sugieren que podrían ser malas para la salud por el alto contenido de cafeína (una sustancia que en cierta medida puede ser beneficiosa, pero en exceso puede traer consecuencias negativas), porque se suelen combinar con bebidas alcohólicas (lo que provoca una sensación de mayor claridad mental de la que en verdad existe y que puede llevar a realizar acciones peligrosas, aunque no se sabe con certeza si las bebidas energéticas tienen algo que ver con ello o si el alcohol, por sí solo, lo provoca) y porque los efectos de la cafeína podrían volver a estas bebidas adictivas. Otros estudios recientes también relacionan su consumo con comportamientos peligrosos, efectos negativos en la salud renal y cardiovascular y con efectos metabólicos adversos. Se ha encontrado, asimismo, que existe una relación entre su consumo y la salud mental, incluyendo afecciones como estrés, ansiedad, síntomas depresivos y conductas suicidas (planeación, ideas e, incluso, intentos de suicidio). En un estudio en adolescentes de Canadá se observó que aquellos que consumían este tipo de bebidas más de una vez al mes, existía un riesgo tres veces mayor de reportar síntomas depresivos, en comparación con aquellos que no consumían este tipo de bebidas.

En cuanto a los efectos en la salud cardiovascular, una de las mayores preocupaciones cuando hablamos de este tipo de bebidas, se ha observado que pueden incrementar la presión arterial, la frecuencia cardiaca y el gasto cardiaco. 

Su consumo puede afectar también a la salud dental, pues su contenido de azúcar es similar al de los refrescos o jugos de fruta, lo que se asocia no sólo con un mayor riesgo a padecer sobrepeso y obesidad, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 y otras condiciones metabólicas, sino también con un mayor riesgo de caries dental.

Sabemos que incluso 50mg de cafeína, en ciertas personas, pueden causar taquicardias y agitación… ahora imagina qué efecto pueden tener bebidas que llegan a tener incluso 300mg de cafeína y sustancias (como la guaraná) que, en ocasiones, no se declaran en el empaque, a pesar de que contienen cantidades altas de cafeína. 

Sin embargo, lo que se observa en todos los estudios es que, simplemente no existe suficiente información al respecto. No se han hecho suficientes estudios que pongan a prueba el consumo de estas bebidas y que observen sus efectos en la salud y el conocimiento que tenemos es muy limitado, a pesar de que esta industria es enorme.

Bibliografía

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